El «arte» de educar
Hoy me ha venido a la memoria un pensamiento de hace bastantes años: qué hacer con la necesidad de contar. Desde pequeños estamos obligados a pensar en lo que queremos ser de mayores (como si ser niños no fuera lo mejor a lo que podemos aspirar cuando crecemos). A veces nos vemos tan obligados a pensar en lo que queremos ser que dejamos de ser nosotros mismos.
Uno empieza queriendo ser igual que aquello que admira, de ahí tantos futuros futbolistas. Más tarde deseamos profesiones de mayores, de las de verdad: abogado, médico, arquitecto, etc. y es aquí donde a algunos nos llegan los problemas. ¿Y yo que quiero ser?, ¿donde encaja lo que yo deseo de verdad, contar, emocionar, crear...? El desconcierto es terrible al no tener absolutamente nada claro.
Educamos en parámetros donde el arte no tiene cabida más allá de ser un pasatiempo o una actividad extraescolar, donde está muy bien presentarte al concurso de cuentos del cole o hacer teatro por las tardes, danza, clases de pintura pero que no te quite tiempo de lo importante. Pero, ¿qué es lo importante?
Démosle al arte, sea la que fuere su vertiente, el hueco que de verdad se merece en el mundo.
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